Editorial

Conferencia Episcopal Española: el impulso de un nuevo presidente

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El cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, es el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal Española. Los obispos han dado un salto de fe y confianza en un prelado que hasta hace poco ha permanecido en un segundo plano, del que le sacó Francisco cuando le llevó a Cataluña y le impuso el birrete cardenalicio. Hoy, los obispos le entregan la batuta de la Iglesia española en un contexto tan complejo como el de la Transición.



Omella no es Tarancón. No pretende serlo ni se espera que lo sea. Pero sí que asuma ese liderazgo sin titubeos de aquellos hombres que supieron ser puente en medio de una opinión pública herida, en la que sacerdotes, religiosos y laicos supieron ofrecer el Evangelio como el mejor instrumento de reconciliación y construcción del bien común y paz social.

Apostar por esta cultura del encuentro con el que vive y piensa diferente –bien lo saben Pablo VI y Francisco– conlleva el peaje de ser acusado de tibieza, relativismo y rendición. Estas mismas acusaciones irán adosadas en los próximos meses al nuevo presidente, al vicepresidente Osoro y al secretario general Luis Argüello, desde el momento en el que abran cualquier tipo de negociación con Moncloa.

De la misma manera que otros se echarán encima si plantan cara cuando consideren que se están atravesando líneas rojas y se atenta contra el servicio de la Iglesia a la sociedad. Todo, bajo la máxima marcada tanto por el nuncio como por los obispos: “No buscamos privilegios, pero tampoco aceptamos discriminación”.

Mano izquierda y paso firme

Ante estos posibles dardos de quienes amenazan con colocar a la Iglesia en su sitio, no está de más adelantarse y que la propia Conferencia Episcopal se resitúe motu proprio en las nuevas coordenadas que marcan “los signos de los tiempos”. Tal y como ha abonado con discreción el cardenal Blázquez, pero sin titubear, con el impulso de una cúpula renovada. Y es ahí donde jugará un papel esencial en el horizonte más inmediato el nuevo plan pastoral.

En su primera comparecencia, el presidente ha lanzado tres premisas para su elaboración: sinodalidad, diálogo y alegría. Con sus antecedentes probados en lo social y en lo eclesial, no suenan a términos manidos, sino a palabra dada y cumplida que ahora toca contagiar al resto del Episcopado para ser interiorizas.

Pero también se le encomienda la misión, no menos compleja, de transmitirlo a la opinión pública, a un ciudadano de a pie, a quien habrá que comunicar este nuevo estilo de Iglesia que, sin renunciar a sí misma, no se presenta con superioridad ni moralismos. Es el estilo Omella, el de la franqueza propositiva, la flexibilidad, la humildad y el buen humor. Mano izquierda y paso firme. Es el estilo Bergoglio. 

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