La sola puesta en marcha del Congreso de Laicos celebrado en Madrid es, ya de por sí, un éxito. No solo por una capacidad organizativa en fondo y forma, que ha superado con creces el reto, sino porque supone la puesta en marcha de la primera experiencia sinodal en bloque para toda la Iglesia española.
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Así lo acreditan el proceso previo para elaborar el documento preparatorio y la metodología utilizada durante el fin de semana por los congresistas. Lejos de ser espectadores, los seglares enviados por sus diócesis y realidades eclesiales pudieron alzar la voz en los grupos de reflexión para configurar la ponencia final, que busca ser hoja de ruta para dibujar el camino del apostolado seglar en los próximos años.
Un encuentro que ha sido signo de una diversidad no siempre reconocida en los entornos eclesiales y que, en esta cita, se ha manifestado de forma equilibrada, huyendo del “nosotros lo hacemos mejor”. Ni que decir tiene que el desafío arranca ahora, momento en el que tanto pastores como el resto del Pueblo de Dios han de aterrizar este anhelo de corresponsabilidad en lo cotidiano. El renovado Pentecostés solo es posible desde una confiada sinodalidad, sin tutelas.