En un país secularizado, donde solo el 16,1% de quienes se confiesan católicos va a misa cada domingo, no está de más preguntarse por quienes han dejado el humanismo cristiano en la epidermis. No son pocos los estudios que lo analizan. Menos habitual es toparse con un análisis del perfil de quienes vuelven a la casa del Padre tras estar años alejados o quienes llaman por primera vez a la puerta de la Iglesia.
Es ahí donde radica la llamada a la reflexión de la película documental ‘Converso’, de David Arratibel. El cineasta contempla con su cámara agnóstica el proceso de conversión de su madre, sus hermanas, su cuñado y lo que supuso para él sentirse extraño en su propia familia.
La cinta abre diversos interrogantes sobre cómo se aterriza la llamada a la nueva evangelización de Benedicto XVI y la salida a las periferias existenciales de Francisco.
Más allá de los millennial, el ciudadano de a pie también busca dar un sentido a su existencia. Distinto es dónde o cómo satisfacen esta necesidad. A la vista está que de poco sirve el avasallamiento o el proselitismo. Tampoco convertir la Buena Noticia en argumentario de manual cargado de prejuicios. Provoca un rechazo automático frente a la inabarcable y sugerente oferta de un mercado que sacia sentimientos, espiritualidades, ideales… Se trata de parches existenciales, pero con un poder saciador que cesa toda búsqueda interior.
Según los datos de la Conferencia Episcopal, apenas un millar de personas está en procesos de catecumenado para recibir el bautismo. No hay grandes masas de conversos ni quizá tiene por qué haberlas. No cabe lamentarse ni entregarse a un márketing efectista, sino redescubrir y poner en el centro del anuncio a Cristo.
A Jesús se le conoce por contagio a través de aquellos hombres y mujeres que interpelan con su vida coherente y comprometida, en un quehacer cotidiano que despierta en el otro el deseo de compartir ese amor y la alegría del Evangelio. Tarea nada sencilla, en tanto que aparca el discurso para poner en primer plano la autenticidad vital, esa que transparenta Francisco y que interpela a la opinión pública.
Siempre planea la tentación de promover conversiones a partir de caídas del caballo con efectos secundarios ideologizadores o de adentrarse en una pesca al por mayor, creando falsas expectativas, como ya sucedió con erradas primaveras vocacionales. El acompañamiento personal que propicia el encuentro con Jesús desde la coyuntura de cada uno se torna en la vía para conducir al adulto a su propio desierto. Allí, en su pequeñez, es el lugar de sanar heridas, hablar y seducir a su corazón. Así avanzan los conversos de lo cotidano. Alejados o no.
A FONDO [SOLO SUSCRIPTORES]
- Reportaje: Conversos de vuelta a casa. Kilómetro cero hacia Dios. Por Miguel Ángel Malavia
- Opinión: Una “ruptura sanante”. Por Jesús Martínez Gordo, Facultad de Teología de Vitoria-Gasteiz
- Cine: Converso. Por J. L. Celada
- Entrevista: David Arratibel, director de ‘Converso’: “El entusiasmo plasta del apologeta genera rechazo”