Cambio de tendencia en la asignación tributaria. A falta de los datos de las haciendas forales –Navarra y País Vasco–, los datos provisionales del Ministerio de Hacienda, a los que ha tenido acceso Vida Nueva, confirman que del ejercicio 2016 se recibirán al menos cinco millones de euros más, si bien se contabilizan 223.250 declaraciones menos a favor de la Iglesia, un 3,26% menos. No solo la Iglesia pierde “fieles” en el IRPF. También las ONG, aumentando más de un 10% quienes dejan en blanco también la casilla de fines sociales. Los analistas coinciden en señalar una falta de relevo generacional.
De ahí la importancia de que la Iglesia redoble sus esfuerzos para presentar sus credenciales a los nuevos y jóvenes contribuyentes que no marcan ninguna equis. Por ahí pasa tanto el compromiso firme y reiterado de la transparencia para mostrar a qué se destina cada euro de los contribuyentes, como la inversión en la campaña ‘Por tantos’.
Junto a ello, no está de más analizar otros flecos que no pueden ni deben pasarse por alto. Por un lado, no se puede obviar la dificultad para encontrar ambas casillas en la presentación digital de la declaración.
Por otro, el ejercicio 2016 es previo a la maniobra de desprestigio iniciada durante la crisis catalana, que instó a no respaldar a la Iglesia en la declaración. No son pocos los que se preguntan si este hecho repercutirá en la actual campaña del IRPF, que arranca el 4 de abril. De la misma manera, habrá que estar atentos para evitar que el escándalo de Intermon Oxfam en Haití se traduzca también en un mayor desapego a la casilla del tercer sector.
Los expertos en márketing saben del esfuerzo que supone que el otro te perciba como alguien en quien confiar y lo fácil que resulta romper esta percepción con un gesto o una palabra. Por ello, no está de más que se busquen herramientas para analizar si la imagen que se busca proyectar de la Iglesia es la que percibe la sociedad, más allá de subrayar, como ya se hace, su ingente labor pastoral y social.
Bien es cierto que la Iglesia no tiene que –ni debe– cambiar el discurso ni callarse ante los vaivenes políticos para preservar la financiación; tampoco entrar al trapo de provocaciones ni abanderar polémicas artificiosas tan innecesarias como estériles. Los contribuyentes tienen memoria y pueden verse condicionados por alguna declaración altisonante lanzada como afrenta a la opinión publica. Un tono y unas formas que, si bien no representan el sentir de los católicos ni promueven la cultura del encuentro, sí que daña, y mucho, la credibilidad de la institución, y que puede caer como una losa entre quienes tienen en su mano marcar la equis o dejarla en blanco.