Editorial

Cuando mandar es servir

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En estos días se ultima el ‘Instrumentum laboris’ que buscará iluminar a los participantes en la segunda vuelta del Sínodo de la Sinodalidad que se celebrará este octubre en Roma. Sin embargo, no es necesario esperar a que arranque la asamblea para constatar que la sinodalidad, como nuevo estilo de ser Iglesia, exige una conversión personal y pastoral real. Y, en no pocas ocasiones, se carece de las herramientas para hacerla posible. Por ello, se están poniendo en marcha iniciativas, como la escuela formativa LiDE, que buscan aterrizar el ‘caminar juntos’ en el día a día de las diócesis y de las congregaciones religiosas, de las parroquias y de las obras apostólicas.



Poner en marcha todo este engranaje exige una corresponsabilidad propia de una comunidad de auténticos discípulos misioneros, en la que cada uno aporta desde la diversidad de dones y carismas de la vocación a la que ha sido llamado compartiendo vida, fe y misión.

Por un lado, la crisis de los abusos de poder, conciencia y sexuales ha desvelado en paralelo los letales efectos de un errado concepto de autoridad, convertido en autoritarismo férreo y cleriscalismo caduco, que lamentablemente todavía se ejerce en algunos espacios eclesiales. Por otro lado,  la falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa ha precipitado un relevo por parte de los laicos, en ocasiones a trompicones, en otros momentos como un parche, con nefastas consecuencias, al apostar por seglares píos de confusos intereses.

Iñaki Sarasua, Marta Guitart y Jorge Serrano, Consejo de Dirección de LiDE

Con estos precedentes, promover un liderazgo sinodal solo puede llevarse a cabo desde esa verdadera conversión personal y pastoral ya aludida. Una transformación que exige formación. A estas alturas, nadie puede esperar que caiga del cielo un mirlo blanco, lo mismo en forma de obispo que de superiora general, de párroco o de coordinadora de un comedor social. Asimismo, no sería del todo efectivo optar por modelos directivos carentes de todo olfato evangélico con tal de que las cifras cuadren.

Volver a Jesús

No solo porque, aun buscando la sostenibilidad, la Iglesia no sea una empresa ni pretenda serlo, sino porque los cristianos cuentan con el mejor referente en materia de liderazgo: Jesús de Nazaret. El Hijo de Dios, siempre en escucha atenta al Espíritu, que optó por caminar en comunidad, que puso a los más vulnerables en el centro, que es Maestro y Pastor, ofrece algo más que pistas sobre cómo llevar el timón de cada una de las barcas de la Iglesia, aun en medio de la tempestad.

A lo largo de este pontificado, el papa Francisco ha dado signos de la necesidad de volver a Jesús, para que la Iglesia redescubra que el verdadero poder es el servicio. Y, por tanto, que el líder cristiano no es el que más manda, sino el que más sirve.

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