En agosto de 2016, Francisco convocó una comisión de teólogos para estudiar el diaconado femenino en los primeros tiempos del cristianismo. Dos años y medio después, el informe está en la mesa del Papa a la espera de que ilumine una reflexión sobre la posibilidad de recuperar esta figura en la Iglesia de hoy.
Las mujeres llevan esperando con una paciencia y abnegación impagables desde hace décadas el lugar que se merecen, tener voz y ser empoderadas sin ansias de protagonismo. No son pocos los que buscan redirigir el debate hacia la ordenación femenina o alcanzar cotas de poder en la Curia, como si ese fuera la demanda primordial, cuando el problema no es el sacerdocio, sino todo lo demás. Los esfuerzos han de ir encaminados a dignificar a la mujer como ciudadana de primera en el Pueblo de Dios, acabar con sospechas, prejuicios y formas de explotación, cambiando toda servidumbre por servicio. Pasar de la voluntad y las intenciones a los hechos es un desafío apremiante, por ejemplo, acelerando su admisión a los ministerios laicales desde la igualdad o participando en igualdad en el próximo Sínodo. Restablecer el diaconado femenino, otra oportunidad más.