El escándalo que ha dado la vuelta al mundo sobre los casos de abusos que han salpicado a varias ONG internacionales ha generado un terremoto en un sector que ha visto minada su credibilidad por culpa de unos pocos que han vejado a aquellos a quienes debían devolver la dignidad perdida por diversos motivos. Así lo constatan las diferentes entidades de la Iglesia dedicadas a la cooperación y al desarrollo, que si bien a corto plazo no se han visto afectadas en lo que a bajas se refiere, sí muestran su preocupación por que se pueda generar en la ciudadanía un clima de sospecha sobre su labor.
Ante esto, solo cabe una vía: continuar trabajando en la línea que se viene haciendo hasta ahora: la de la transparencia a la hora de planificar y ejecutar cualquier proyecto a través del refuerzo de auditorías y otros mecanismos de control. Pero, sobre todo, aplicando la exigencia y generosidad que se le presupone a todo cristiano en el trabajo cotidiano, máximas que nacen de toda vocación samaritana y que se ven desarrolladas a través de la Doctrina Social de la Iglesia. Con esta coherencia aplicada, crisis como esta podrán salpicar, pero no cuestionar.