Por primera vez en la historia, un patriarca ecuménico de Constantinopla ha visitado España. Del 14 al 18 de octubre, Bartolomé no solo ha confirmado en la fe a los ortodoxos presentes en nuestro país, mayoritariamente ucranianos, sino que, además, ha reforzado eso que ha denominado como camino “sin retorno” hacia “la plena comunión”. Así lo ha manifestado en cada una de sus intervenciones, tanto en la catedral ortodoxa de los santos Andrés y Demetrio como en la catedral católica de La Almudena, además de en su intervención final en la sede de la Conferencia Episcopal Española.
- PODCAST: Unidad sin retorno
- A FONDO: Bartolomé, un viaje hacia la “plena comunión”
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Pero fue en la Universidad Pontificia de Salamanca, al ser investido doctor ‘honoris causa’, donde el líder espiritual de Oriente lanzó su discurso más comprometido.
Por un lado, no dudó en erigirse como profeta de una paz edificada desde la justicia y el respeto. Con estas premisas irrenunciables, presentó el asedio ruso a Ucrania como “una invasión injustificada y no provocada”, que cuenta “con el desvergonzado apoyo y respaldo de la Iglesia rusa”. Esta condena ahonda todavía más en la ruptura de relaciones con el patriarca de Moscú, Kirill, que se certificó en 2019, cuando Bartolomé autorizó la autocefalia de la Iglesia ortodoxa ucraniana.
Reconciliación
Por otro lado, en su alocución al recibir el doctorado, el patriarca de Constantinopla reafirmó su apuesta, mano a mano con Francisco, por un ecumenismo de facto frente a “una actitud exclusivista o aislacionista”. Y al igual que le sucede al sucesor de Pedro, el sucesor de Andrés reconoce toparse en sus filas con “el conservadurismo y el fanatismo”, negacionistas de todo diálogo. A ellos, en términos muy similares a los que emplea habitualmente Jorge Mario Bergoglio, les deja caer que “la reconciliación doctrinal no implica infidelidad o alejamiento de la verdad”.
Más allá de estas palabras, en las tres décadas como ‘primus inter pares’, ha dado pasos verificables, en lo institucional y en lo teológico, pero, sobre todo, en un diálogo de fraternidad capilar: desde los metropolitas a los fieles. Esta apuesta se ha correspondido de igual manera desde la Iglesia católica, a través de los pontífices y también a ras de suelo. En el caso de España, por ejemplo, la práctica totalidad de las comunidades ortodoxas celebran su fe y su vida en templos católicos, y la comunión en la caridad no se ha encontrado con obstáculo alguno hasta la fecha.
Y es ahí donde, tanto Francisco como Bartolomé –y, por ende, todos los cristianos–, se pueden reconocer como hermanos. Al poner a los últimos en el centro. Al apostar por el cuidado de la Creación como ADN del creyente. Al implorar a Dios misericordia. Para ser uno en Cristo. Una reconciliación real para que un mundo enfrentado crea.