Editorial

Testigos de la misericordia entrañable

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Publicado en el nº 2.699 de Vida Nueva (del 13 al 19 de marzo de 2010).

Un año más, coincidiendo con la fiesta litúrgica de San José, la Iglesia celebra el Día del Seminario. Este año el lema es El sacerdote, testigo de la misericordia de Dios. Un acento especial en la dimesión de la caridad pastoral en la vida del presbítero. Una jornada que este año viene marcada por la esperanza. Después de varios años, el número de aspirantes al sacerdocio crece de forma suave. Se ha roto la tendencia a la baja y los seminarios empiezan a ver cierta luz en el horizonte. Los esfuerzos de las Iglesias locales en la labor vocacional están empezando a ver sus frutos. La crisis vocacional, enmarcada en una crisis más amplia, ha hecho que en muchos lugares se planteen nuevas fórmulas, aunque aún queden por desbrozar caminos para hacer más nítidas las estructuras formativas de los aspirantes al sacerdocio ministerial.

Vuelve el reto de la formación de candidatos al sacerdocio en momentos en los que hay preocupación por el sesgo involucionista de algunas líneas formativas en los seminarios. Se trata de un reto en el que han de conjugarse los cuatro grandes ámbitos que ya abordó Juan Pablo II en la Pastores dabo vobis y que no pierden actualidad. Ahora más que nunca es necesario conformar una auténtica formación humana que facilite el equilibrio psicológico, afectivo y sexual tan necesario hoy, cuanto más escaso está en la sociedad circundante. Su carencia ha dado pie a lamentables casos en el ejercicio del ministerio. Una formación humana profunda que ayude al candidato a encontrar la vivencia de la sexualidad en el ejercicio libre del celibato y de la entrega sacerdotal. Urge esta base formativa para evitar los graves escándalos recientes.

Por otro lado, una cada vez más necesaria formación intelectual para dar razón de la fe a quienes la pidieren en esta sociedad en la que la fe como oferta tiene que ser expuesta en la plaza pública como un servicio, una vía abierta y propositiva. Se trata de forjar sacerdotes en el diálogo intelectual con el mundo, con un amplio bagaje capaz de situarlos con argumentos serios y fundamentados en una sociedad en la que el pensamiento débil sustenta muchas de sus estructuras mentales.

Un tercer ámbito de la formación de los aspirantes al sacerdocio es el de la formación en la vida interior: la oración, la importancia de los sacramentos y, principalmente, de la Eucaristía.

Una formación que haga del futuro sacerdote un hombre de Cristo, un hombre interior que sepa alimentar su interior, bodega de la fuerza del Espíritu. Hombres de adentro que sepan dar brillo a su labor, sin activismo falso, sin espiritualismo vano. Por último, el gesto que señala la campaña de este año, un hombre forjado en el taller de la misericordia entrañable. La caridad pastoral, entendida como el ejercicio de la misericordia del mismo Dios para con los últimos, ha de ser la pasión del sacerdote.

Vida Nueva toma hoy el pulso a esta tarea, de la mano de algunos responsables de la formación en los seminarios. Hoy urge la reflexión en una tarea en la que la Iglesia ha de poner todo su empeño.