Si alguien tiene experiencia de largo recorrido en materia educativa, es la Iglesia. Actualmente hay repartidas por todo el planeta 216.000 escuelas, 1.800 universidades y 500 facultades eclesiásticas. De ahí la relevancia de la creación de la Fundación Pontificia Gravissimum educationis, que busca promover el trabajo en red de todas estas instituciones para acrecentar el “humanismo solidario” en las aulas.
Esta mirada a la escuela como espacio en el que promover la cultura del encuentro rompe con la perspectivas de quienes buscan hacer de los colegios y las universidades espacios para el adoctrinamiento y la ideologización. Una amenaza que sobrevuela no solo en los regímenes autoritarios, sino también bajo el paraguas de un aparente clima democrático que deviene en un único modelo de enseñanza. Esta tentación tampoco es ajena a los centros religiosos, donde el proselitismo también puede colarse entre libros y tabletas.
Frente a ello, la escuela católica está llamada a defender su identidad, su misión de evangelizar educando, de educar evangelizando a través de una apuesta integral por los niños y jóvenes que eduque para la vida, para transformar la sociedad.