Madrid ha acogido, del 16 al 18 de febrero, el Encuentro de Laicos. Promovido por la Conferencia Episcopal Española, a este foro han asistido cerca de 700 personas para compartir pareceres y abordar los desafíos que supone evangelizar en una sociedad que ha dejado de ser mayoritariamente católica. Así, el eje de este particular laboratorio de ideas en el que han participado diócesis y realidades eclesiales ha sido el llamado primer anuncio, es decir, esa pastoral centrada en anunciar la Buena Noticia a los alejados, a quienes nunca han experimentado un encuentro personal con Jesucristo.
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La ponencia final, elaborada con las aportaciones de quienes han asistido al encuentro, urge a la propia Iglesia a “cambiar la inercia” para pasar de una rutinaria “administración de sacramentos” a una pastoral con una “buena dosis de imaginación, creatividad y audacia”, que sepa escuchar las necesidades y heridas del hombre y la mujer de hoy. Con una mirada abierta a la pluralidad eclesial y sin querer imponer itinerario alguno, la síntesis subraya el acompañamiento y los procesos de iniciación como coordenadas indispensables.
A la par, se alerta del uso de “recetas mágicas” así como de “generar simplemente experiencias”. Este mensaje implícito del documento se convirtió en explícito en la homilía de la misa de envío del cardenal de Madrid, José Cobo, que alertó de los “métodos, grupos y experiencias” que dan “excesiva prioridad a la dimensión emocional”. Por primera vez, un obispo español verbalizaba una preocupación latente en no pocos espacios eclesiales: la proliferación de retiros que provocan conversiones exprés, con el riesgo de generar salvaciones totemizadoras, movimientos endogámicos paralelos y fórmulas de dirección con tintes espiritualoides, frente a un acompañamiento integral e integrado en la vida parroquial.
Caer en la tentación de dejarse llevar por un fenómeno efectista desde el punto de vista numérico, que aparentemente reaviva los bancos vacíos de los templos, puede llevar consigo un peaje a corto y medio plazo que ya comienza a intuirse.
Una sociedad sin Dios
Esta advertencia, lanzada en público por los propios laicos y por el purpurado, requiere de un discernimiento pastoral colectivo profundo. Y es que, según sea el abono en el que crezca la semilla del primer anuncio hoy, así será el perfil del católico español de pasado mañana. Así será la presencia de la Iglesia en medio de una sociedad sin Dios que necesita más de una cultura del encuentro que de impactos, de acogida integral y serena a las heridas del otro que de sanaciones mesiánicas, de testimonio de coherencia desde el compromiso con los últimos que de lecciones proselitistas.