Editorial

El altavoz que falta en los cayucos

Compartir

En los nueve primeros meses de 2024, han llegado a las Islas Canarias 26.758 migrantes, un 85% más que el año anterior. Además, en estas semanas se ha constatado la llegada por primera vez de ciudadanos de Yemen, Siria y Paquistán. La ruta atlántica se convierte, de este modo, en vía prioritaria, más allá del África subsahariana, ante los controles exhaustivos en el Mediterráneo.



A esto se une el repunte de intentos de entrada a Ceuta y Melilla, el goteo constante de pateras en el Estrecho de Gibraltar y el colapso de las salas de asilo del aeropuerto de Madrid-Barajas. Todo ello hace que España sea ya la principal puerta de entrada de la Unión Europea para la inmigración regular.

Con este panorama, en el vuelo de regreso de su gira por Asia y Oceanía, el papa Francisco manifestaba que está “pensando en ir a Canarias” para “estar cerca de los gobernantes y del pueblo”. Este futurible viaje supondría, como afirma a ‘Vida Nueva’ el obispo de Canarias, José Mazuelos, un golpe más que necesario a la conciencia de todos: políticos, sociedad civil e Iglesia. A la vista está que Francisco se sometería al juicio ideologizado de quienes buscarían apropiarse de sus palabras para justificar su discurso partidista y quienes lo tumbarán tachándole de populista o de inmiscuirse en los asuntos internos del país.

Un cayuco llega al Puerto de La Estaca, en El Hierro. Canarias

Este cruce de armas arrojadizas no puede ser óbice para frenar el deseo papal. Precisamente, su criterio –poniendo a la persona en el centro y alejado de todo interés electoralista– es el único capaz de superar un debate estéril que lleva a la inacción y a que calen los discursos xenófobos que agitan las calles a golpe de criminalización y estigmatización.

Esta parálisis institucional, que solo trae consigo levantar muros, es apenas un parche frente a la urgencia de una política migratoria real que apueste por el desarrollo en los países de origen, a la vez que reconoce en el que viene de fuera una oportunidad para rejuvenecer una sociedad envejecida, conjugando los verbos acoger, proteger, promover e integrar.

Un ser humano, un hermano

Hoy por hoy, no hay una autoridad global con la credibilidad de Francisco en la defensa de los derechos de los migrantes y de quienes sacan la cara por ellos, aquellos que los rescatan en medio del mar, auxiliándoles en un puerto, abriendo las puertas de casa, regularizando su situación, ofreciéndoles un contrato… O, simplemente, tratándoles como lo que son: un ser humano, un hermano. Por eso, aterrizar en Canarias supondría alzar la voz en nombre de Jesús de Nazaret, que viaja en cada cayuco. Porque cada vez que uno de ellos se ahoga sin llegar a la costa, se sepulta la dignidad humana, se entierra el derecho a la vida, se crucifica al Hijo de Dios anclado en el fondo del mar.

Lea más: