Editorial

El Congreso de Laicos, mucho más que una anécdota

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El éxito del Congreso de Laicos celebrado el pasado mes de febrero en Madrid corría el riesgo de quedarse únicamente en una anécdota o en fuegos de artificio si no se buscaba la manera de encauzarlo para dar continuidad a los anhelos de corresponsabilidad que allí se expresaron, tanto por parte de los seglares como por parte de los consagrados y pastores presentes.



Según ha podido confirmar Vida Nueva, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española ha dado su visto bueno para que este foro se celebre cada tres años, una periodicidad óptima para aterrizar la sinodalidad tan necesaria en la Iglesia española con voz y voto, además de reactivar el tejido del laicado en un tiempo en el que reforzar su vocación como discípulos misioneros en medio de la sociedad resulta apremiante.

Estos congresos permitirán, por tanto, promover la comunión en la diversidad dentro de la Iglesia, reforzar las relaciones de mutua confianza con el clero y la misión compartida en el seno de los institutos de vida consagrada, amén de impulsar la presencia de los católicos en la vida pública. Pero, sobre todo, hoy más que nunca, anunciar la Buena Noticia de la salvación.

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