Hay a quien le cuesta asumir la firme apuesta del Papa por el diálogo interreligioso. Así le sucede a quienes siguen viendo al islam como enemigo de Occidente y verdugo del cristianismo detrás de regímenes y terroristas que utilizan la religión como excusa. Resulta más fácil parapetarse en una caricatura con visos de verdad que bucear en una cuestión que, sin estar exenta de espinas, puede ser garante de la estabilidad mundial.
Francisco lo sabe. De ahí que haya puesto esta empresa en manos de Miguel Ángel Ayuso, nuevo presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, que acumula a sus espaldas no pocas horas de vuelo que ya han dado sus frutos, con viajes y acuerdos históricos en Egipto o Emiratos Árabes. Consciente de la necesidad de hilar fino para respaldar y aupar a ese islam moderado que busca estar acorde con los signos de los tiempos, su premisa lo dice todo: “El diálogo interreligioso no es una negociación, es una actitud de vida”. Y es que, ese cambio de actitud no solo le atañe a la Santa Sede, sino a los cristianos de a pie que, hoy en España, comparten rellano, autobús y frutería con sus hermanos musulmanes. En el día a día también se juega todo.