La Iglesia despide a una de las figuras más relevantes del último siglo: Dom Cláudio Hummes. Así lo atestigua su susurro al oído de Jorge Mario Bergoglio tras ser elegido Papa, que apuntaló la columna vertebral de este pontificado: una Iglesia pobre y para los pobres al amparo de Francisco de Asís.
- PODCAST: Hummes… y “no te olvides de los pobres”
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No se trató de un comentario improvisado, sino el espejo de una entrega que encarnó desde el momento en que se topó con los explotados y los excluidos en sus primeros pasos como franciscano y como obispo. Creado cardenal por Juan Pablo II y nombrado prefecto de la Congregación para el Clero por Benedicto XVI, vivió y se entregó con la libertad de quien se sabe enviado como discípulo misionero, en diálogo permanente con Dios a través de una realidad que duele e interpela.
‘Testamento’ eclesial inédito
Y así lo manifiesta el ‘testamento’ eclesial inédito que desvela Vida Nueva, unas reflexiones en voz alta que Dom Cláudio compartió tras la celebración del Sínodo de la Amazonía, del que fue algo más que mentor. “La Iglesia debe renunciar a las seguridades, aceptar el riesgo de lo nuevo y del caminar”, exponía a puerta cerrada en una alocución que concluía suscribiendo, una vez más, la urgencia de “la opción preferencial por los pobres”.
Supo conjugar la audacia inherente a su persona con una prudencia constante, binomino necesario para aterrizar el Concilio Vaticano II sin provocar las fracturas y frenazos de otros tiempos. Por ejemplo, convencido de la necesidad de una nueva ministerialidad en la Iglesia, lejos de enrocarse en una formulación determinada que pudiera provocar crispación o división, siempre trabajó con una conciencia irrenunciable de comunión, desarrollada desde la idea de la unidad como diversidad y descentralización, esencia de la sinodalidad.
Servidor de la Iglesia amazónica
La teología inculturada en el Evangelio es la que nace de las manos de Dom Claúdio en contacto con las heridas del Pueblo de Dios que pastoreaba y al que apreciaba como portavoz de las sanas provocaciones del Espíritu. Como servidor de la Iglesia amazónica, supo escuchar el grito de los pueblos originarios, compartir su dolor y no quedarse de brazos cruzados ni regalándoles consuelos lastimeros.
Su creatividad misionera le llevó a responder a estas urgencias tejiendo en la Iglesia latinoamericana la Red Eclesial Panamazónica (REPAM), antesala de la Conferencia Eclesial Amazónica (CEAMA) postsinodal que pudo acunar en sus primeros pasos.
Dom Claúdio, voz profética que nunca se olvidó de los últimos y vulnerables, deja un encargo precisamente al final de esa intervención hasta ahora desconocida. Un epílogo vital, pero prólogo para quien quiera tomar las riendas: “La Historia nos pide paciencia para dejar que el Espíritu renueve a la Iglesia y a nosotros también”.