EDITORIAL VIDA NUEVA | El 27 de octubre de 1986, Juan Pablo II se reunía en la ciudad de Asís, junto a la tumba de san Francisco, con representantes de todas las religiones. El acto, no exento de problemas en su génesis y de acusaciones de sincretismo religioso, fue una iniciativa personal de Karol Wojtyla, contando, además, entre sus principales muñidores, con el cardenal Roger Etchegaray, entonces presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz. No había referencia histórica previa.
Ahora, cuando Benedicto XVI se acerca a la ciudad emblemática de la paz, ya sí la hay. Han transcurrido 25 años, en los que se ha cuestionado el acto y se le ha querido cambiar su significado. Desde entonces, el llamado “espíritu de Asís” se ha difundido con fuerza. “Fue suficiente un breve encuentro en una colina, unas palabras, unos gestos, para que la humanidad desgarrada descubriese gozosa la unidad de sus orígenes”, comenta el cardenal francés, a quien entrevistamos en Vida Nueva, recordando tan importante acontecimiento.
La angustia de la paz entre los hombres y entre los pueblos empujó a la oración en común y al compromiso de todas las religiones para evitar cualquier asomo de sincretismo, algo que no fue comprendido entonces por quienes temían la disolución de su especificidad cristiana.
“Fue necesario un breve encuentro
en una colina
para que la humanidad desgarrada
apreciara el don de la unidad”.
Asís ha hecho dar a la Iglesia un extraordinario salto adelante hacia las religiones no cristianas, que hasta entonces nos parecía que vivían en otro planeta, a pesar de la enseñanza de Pablo VI (en su primera encíclica Ecclesiam suam) y del Concilio Vaticano II (la declaración Nostra aetate). El desencuentro de las religiones es uno de los desafíos más grandes de nuestra época, aún más grande que el del ateísmo.
Asís ha sido el símbolo y la realización de lo que debe ser la tarea de la Iglesia por vocación propia, en un mundo en el que es un hecho el pluralismo religioso. Juan Pablo II lo explicó posteriormente en un discurso luminoso: “Las diferencias son un elemento menos importante respecto a la unidad, la cual, al contrario, es radical, fundamental y determinante”. Asís ha permitido de ese modo a hombres y mujeres dar testimonio de una experiencia auténtica de Dios en el corazón de sus religiones. “Cada oración auténtica está inspirada por el Espíritu Santo, misteriosamente presente en el corazón de cada hombre”, dijo el Papa. Era la explicación a quienes entonces, y aún hoy algunos, no llegaron a entender.
Benedicto XVI se acerca a Asís tras las huellas de su predecesor. Ya entonces su ausencia fue criticada como muestra de su desacuerdo. No fue así. Ratzinger seguirá proponiendo a la sociedad actual, como viene haciéndolo en casi todos sus viajes como una estrofa, el valor de lo religioso en el corazón de la Historia y la necesaria colaboración mutua. Es su mensaje a las religiones no cristianas en los sucesivos encuentros con ellos.
El Papa se ha convertido en un punto de encuentro para quienes ven la religión como algo positivo para el avance de la humanidad y proponen una plataforma de paz conjunta que dé alma a un mundo en el que, el positivismo excluyente, le impide su desarrollo. En Asís se dará un paso más para afirmar esta doctrina pontificia.
En el nº 2.773 de Vida Nueva (del 22 al 28 de octubre de 2011).
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