El resultado de las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas entre el 6 y el 9 de junio, hablan de una victoria de los grandes grupos proeuropeos, que garantiza una alianza entre populares, socialdemócratas y liberales. Formaciones que, más allá de sus diferencias ideológicas de base, han sido capaces hasta el momento de caminar juntos a la hora de construir un proyecto común que, con sus lagunas y deficiencias, hable más de la Europa de los pueblos que de la de las finanzas. Sin embargo, el auge de la ultraderecha supone una seria advertencia de cómo están calando los discursos de populistas y nacionalistas, impregnados de una cultura del odio y del rechazo al migrante.
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Rejuvenecer
Por ello, en el arranque de estos cinco años de legislatura, no estaría de más que los europarlamentarios tuvieran en cuenta la llamada de la Comisión de las Conferencias Episcopales de la Unión Europea (COMECE) que insta a seguir apostando por una Europa que no envejezca más replegándose en sí misma, sino que tenga capacidad de rejuvenecer desde la frescura que da ser más solidaria e integradora. Una Europa que no pierda el norte del humanismo cristiano que la vio nacer y crecer.