La ausencia de una estrategia migratoria que ponga en el centro la dignidad de quienes huyen de su país por supervivencia, y el uso partidista como arma arrojadiza de los menores no acompañados, han dejado al descubierto la falta de altura institucional de los principales partidos.
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Cosificación del ser humano
Tanto el PSOE como el PP han caído rendidos a los pies de quienes buscan criminalizar a los extranjeros con tal de salir airosos en sus respectivos cálculos parlamentarios. El reparto al peso de niños y adolescentes por comunidades autónomas, con vetos de unos y de otros, desvela una desoladora cosificación del ser humano, arrinconando cualquier atisbo de dignidad y criminalizando a los más vulnerables de cuantos cruzan nuestras fronteras.
Los que para los políticos se presentan, hoy por hoy, como meros números canjeables, para la Iglesia se erigen en hijos de Dios, rostros con nombre, con heridas que necesitan ser sanadas, con un alma rota que precisa reconstruirse. Como Omar y Lamin, descartados del sistema al cumplir 18 años y que han encontrado en la parroquia barcelonesa de Santa Anna y en el sacerdote Peio Sánchez una familia, un presente y un futuro.
