Editorial

El migrante como arma arrojadiza

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España se ha visto inmersa en una crisis migratoria sin precedentes. Una avalancha de 8.000 personas irrumpía a pie y a nado en Ceuta después de que Marruecos abriera sus fronteras. El régimen alauí respondía así al Gobierno de Pedro Sánchez por atender en un hospital por motivos humanitarios al líder del Frente Polisario, movimiento que exige la independencia del Sahara del país africano.



Sin duda alguna, se trata de una maniobra política que ha usado a los migrantes y su anhelo de alcanzar Europa como un arma arrojadiza. Un escudo humano con el rostro de familias, jóvenes, mujeres y menores no acompañados.

El caos inicial, que pudo acabar en un polvorín social en la ciudad autónoma, se frenó por la decisión del Ejecutivo español de intervenir con el Ejército y con la presencia del presidente. En paralelo, militares, policía y Cruz Roja salieron al rescate de cuantos necesitaron atención médica en la costa o en las calles ceutíes. Junto a ellos, la Iglesia puso a su disposición todos sus recursos disponibles desde el minuto cero.

Lamentablemente, el desconcierto llevó a las autoridades públicas a limitar el acceso y la acción de Cáritas en un primer momento. Eso no impidió que se saliera al encuentro de los más vulnerables y, más pronto que tarde, se solventara ese veto. A la vez, la Iglesia española alzaba la voz para denunciar la instrumentalización de los más débiles y reclamar respeto a su dignidad. Todo un ejercicio de aplicación práctica de la encíclica ‘Fratelli Tutti’ en una frontera real y espinosa: acoger al otro no como enemigo, sino como hermano e hijo de Dios.

crisis migratoria

Desgraciadamente, las prisas por revertir lo que se percibió y se buscó que pareciera una ‘invasión’, sí ha provocado que se hayan conculcado derechos fundamentales con devoluciones en caliente, amén del hacinamiento que han sufrido cientos de niños y adolescentes custodiados en naves industriales.

Moneda de cambio

En cualquier caso, este episodio deja entrever, una vez más, cómo se utiliza al migrante como “moneda de cambio” de los poderosos, tal y como denuncian fuentes de la Santa Sede a Vida Nueva. Y es que, sea cual sea el lugar en el que alguien decide saltar una valla o llegar hasta una playa, siempre hay una mano repleta de intereses económicos o políticos que está detrás del hambre, la persecución o la guerra que provocan ese éxodo.

Quizá son movimientos más sutiles que los del Ejecutivo marroquí, pero igualmente letales y perversos. Por todo ello, hasta que el conjunto de la comunidad internacional no caiga en la cuenta de la urgencia de afrontar de manera integral el fenómeno migratorio, con la conciencia de que no se pueden seguir alzando muros sino promoviendo políticas de fraternidad, Ceuta encontrará pasado mañana su réplica en otra latitud.

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