Editorial

El motor latino de la Iglesia

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Más de un tercio de las parroquias de Estados Unidos celebra alguna misa dominical en español. De los más de 400 obispos del país, casi medio centenar son ya de origen latino. Este hecho habla de cómo los hispanos se están convirtiendo en algo más que una minoría significativa, dando el salto a ser el rostro visible de la Iglesia católica en el país más rico del mundo. Una relevancia transversal, dado que ya no son solo receptores de una primera ayuda de emergencia al migrante recién llegado, sino que la paulatina integración social les lleva a estar presente en todos los estratos y roles, rompiendo así con estigmas que, si bien siguen latentes, parecen difuminarse.



Su fuerte arraigo familiar, su intensa vivencia de la religiosidad popular y su frescura a la hora de compartir las celebraciones están revitalizando, hoy por hoy, unas parroquias que, como sucede en la envejecida Europa, estaban vaciándose por la crisis demográfica y por la secularización creciente entre la población anglosajona. Además, su profunda identificación con la latinoamericana teología del pueblo está contribuyendo a resquebrajar y confrontar las resistencias que existen en parte de un catolicismo norteamericano al que se le sigue atragantando el pontificado del papa Francisco.

Esta indiscutible aportación requiere, sin embargo, potenciar algunos esfuerzos que vayan orientados a cimentar una comunión dentro de la diversidad creciente en el catolicismo de Estados Unidos. Y es que, conformar una sólida presencia latina no puede acabar desembocando en que se constituya un grupo aparte, sino precisamente en convertirse en puente para crear una única comunidad eclesial multicultural, conformada por otros muchos fieles que llegan de lugares incluso tan remotos como Vietnam.

Corresponsabilidad

Esta corresponsabilidad que se les confía a los latinos exige ofrecer itinerarios formativos permanentes para que asuman con garantías el liderazgo como sacerdotes, religiosos y laicos. Esta es la línea adoptada por el Plan Pastoral Nacional para el Ministerio Hispano de la Conferencia de Obispos, que ha sabido acoger y desarrollar los principios pastorales de Evangelii gaudium. El desafío pasa por aterrizar estos postulados para adoptar actitudes y habilidades que construyan unidad en la diversidad, de tal modo que se conforme una Iglesia promotora de misericordia y justicia social en medio de un entorno consumista que criminaliza al que llega de lejos.

De esta manera, los fieles latinos no quedarán relegados a ser espectadores de segunda dentro del templo, sino que podrán asumir el desafío de ser el motor de una Iglesia estadounidense que ahora, más que nunca, reza en ‘hispano’.