La Fundación Pablo VI se ha erigido en el principal ‘think tank’ de la Conferencia Episcopal Española, como lo refleja la segunda edición del Congreso Iglesia y Sociedad Democrática, celebrado en Madrid. La apuesta por un diálogo sincero con ‘el mundo que viene’ pasa precisamente por generar puentes con actores políticos, sociales y culturales que no necesariamente tienen que compartir el cien por cien de la agenda.
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Ante una realidad poliédrica, no tendría sentido una comunidad cristiana monocolor y autosuficiente. Es preciso ir de la mano con otros, si la Iglesia quiere responder a su misión de estar, como hasta ahora, en medio de su pueblo, al frente de la defensa de la dignidad del ser humano y al servicio del bien común.
Esto no significa que haya que diluir el credo para encajar en los postulados secularistas, pero sí acoger los signos de los tiempos para vivir con más autenticidad si cabe, siendo fermento desde el testimonio. Para sumar siempre desde la negociación, sin ingenuidades, sin enredarse en provocaciones, pero matizando y corrigiendo al otro cuando sea necesario. Una Iglesia en ese mundo que viene sin privilegios ni discriminaciones.