El primer discurso de Juan José Omella en la Asamblea Plenaria como presidente de la Conferencia Episcopal Española ha dibujado un país en riesgo de fractura social fruto de la emergencia sanitaria y económica. Pero, sobre todo, del “virus de la polarización” azuzado por la clase política.
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Lejos de perderse en el lenguaje belicista de la permanente contienda electoral, el cardenal ha resituado a la Iglesia como analista incómoda de una sociedad de la que se siente parte y comprometida. Por eso, a la vez que criticaba “el espectáculo del enfrentamiento” y “las trabas y obstáculos” del Gobierno, planteaba alternativas de pacto y soluciones para “sacar a flote a las familias hundidas y a los empresarios que cierran sus negocios”.
Multilateralidad papal
El liderazgo sobre el papel de Omella resulta menos efectista que la pancarta, el ataque frontal y el moralismo apocalíptico, pero sí puede resultar más productivo entre bambalinas, en las negociaciones formales y los diálogos informales, en esa multilateralidad papal, aun cuando no dé resultados inmediatos. Tras el debut, ahora toca materializarlo. El nihil obstat está en manos de los demás obispos, que con sus actitudes, medidas y declaraciones visibilizarán sí respaldan o no el ‘estilo Omella’.