El cardenal Santos Abril y Castelló, comisario pontificio del Instituto del Verbo Encarnado, se ha visto obligado a dar un golpe en la mesa tras constatar que esta realidad eclesial mantiene “un gobierno en la sombra”, pese a estar intervenida desde 2010 por los abusos sexuales cometidos por su fundador.
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Lamentablemente, la situación que se vive en esta entidad no es un hecho aislado, como ya ha denunciado Vida Nueva en relación a otras realidades eclesiales vintage, de nuevo cuño y formas caducas que, bajo hábito y sotanas preconciliares, esconden un autoritarismo, cuanto menos, delictivo.
Las estrategias para eludir la acción de la Santa Sede van desde esa gobernanza paralela a disfrazarse bajo la forma de asociaciones de fieles para eludir el control del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.
Errada complicidad
Y, en algunos casos, a dilatar su continuidad como institutos de derecho diocesano, con la errada complicidad de obispos que ven satisfecha su ansia de un rejuvenecimiento religioso, a la par que dan falsas lecciones vocacionales a las familias carismáticas centenarias. Y lo más preocupante, siendo cómplices del oscuro peaje a pagar por toda la Iglesia.