La renovación de la consagración al Sagrado Corazón de Jesús, en el centenario del monumento del Cerro de los Ángeles, ha cumplido con las expectativas planteadas tanto por la actual cúpula de la Conferencia Episcopal como por el cardenal metropolitano de Madrid y el obispo de Getafe. Todos buscaban que el acto fuera eminentemente religioso y sirviera de impulso evangelizador para cuantos participan de esta devoción popular. Así lo certificó Carlos Osoro a través de una homilía en la que llamó a los católicos españoles a tener un corazón “abierto” al servicio de “los tirados” de la sociedad.
Más insatisfechos han quedado quienes, dentro y fuera de la Iglesia, buscaban que esta celebración tuviera tintes reivindicativos y nostálgicos, en tanto que la imagen del Sagrado Corazón fue destruida en la Guerra Civil por los republicanos y reconstruida por Franco.
El perfil bajo en lo político y mediático de una celebración multitudinaria se compensa con la apuesta de máximos por no caer precisamente en las “tendencias ideológicas” de las que esta misma semana alerta el Papa a la Iglesia alemana, a la que pide un “rostro pluriforme”, ese que también está llamado a construir la española.