La iniciativa ‘Iglesia por el Trabajo Decente’ ha cumplido diez años en defensa de los derechos humanos en el ámbito laboral. De forma callada, se han sumado más de 400 entidades que han configurado una red que comienza a ser reconocida dentro y fuera de la Iglesia. Tanto por ser voz de denuncia como por estar a pie de obra dando respuestas en lo cotidiano a quien sufre la precariedad laboral. Prueba de esta andadura es que, en el acto de conmemoración, el secretario general de Comisiones Obreras, Unai Sordo, calificara este proyecto como “ejemplar” y “extraordinario”.
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Asignatura troncal
Lamentablemente, a pesar de lo conseguido en este tiempo, la pastoral del trabajo no se sitúa como prioritaria en las agendas diocesanas. Es tiempo de quitarse los prejuicios cuando se trata de reivindicar la dignidad de los jóvenes que son incapaces de tener un empleo estable, de los migrantes a los que se niega un contrato, de las familias sin vías para la conciliación o de quienes están castigados con un salario que les perpetúa en la pobreza. Porque defender un trabajo decente no es una materia optativa, sino una asignatura troncal de cualquier cristiano que se sepa trabajador de la viña.