Tras décadas de litigios judiciales, heridas enquistadas y desencuentros en lo social y eclesial, las obras de Sijena regresan al monasterio, con flecos abiertos, como el lienzo extraviado, y aderezado con la aplicación del artículo 155 y el enrarecido clima electoral de la crisis catalana.
Sin embargo, con este episodio no acaba un conflicto en el que se entremezclan el derecho canónico y el administrativo, pues aún quedan otras dos sentencias pendientes de ejecución sobre los 112 Bienes de la Franja y un conjunto mural de Sijena. En cualquier caso, son resoluciones judiciales firmes que instan a que estas obras regresen a Aragón.
La falta de voluntad, mediación y diálogo durante las dos últimas décadas han dejado en manos de los tribunales la decisión última. No estaría de más que, siguiendo esta primera ejecución, no se demorara más el traslado de las demás piezas para cerrar una herida, a todas luces, tan dolorosa como innecesaria.
Eso sí, lamentablemente, y con los precedentes creados, esta entrega no podrá realizarse sin embalajes partidistas que disfracen la decisión de los jueces de expolio o revancha cargada de odio y victimismo.