Francisco ha reunido en Roma al colegio cardenalicio en una cumbre extraordinaria, aprovechando la creación de veinte purpurados que apuntalan la apuesta de una Iglesia más universal que nunca, con un rejuvenecimiento que se expande a las periferias, como demuestra el estreno histórico de comunidades locales como Paraguay, Timor Oriental y Mongolia.
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Durante dos días, los convocados han sido llamados para analizar la constitución apostólica Praedicate Evangelium, exponiendo sus dudas sobre su desarrollo y sugiriendo propuestas en su aplicación. Sobre la mesa fueron apareciendo cuestiones tales como la limitación de los contratos para evitar la elefantiasis de la Curia, así como el acceso de los laicos a los altos cargos y su profesionalización.
Sin necesidad de una votación que respaldara la reforma que lleva fraguándose durante estos nueve años de pontificado, lo cierto es que las intervenciones de unos y otros tanto en los grupos lingüísticos como en la asamblea, hablan de un respaldo unánime a la reforma.
Este apoyo se hizo especialmente en el ámbito económico, donde la reorganización acometida no solo ha permitido sanear las cuentas vaticanas, sino principalmente establecer las bases de unas finanzas acordes a criterios evangélicos y blindadas frente a cualquier intento de corrupción. Este aval a la gestión del cepillo eclesial refrenda la autoridad del Papa y, por tanto, del pontificado.
Tal y como han compartido los participantes en público, de forma oficial y oficiosa, el encuentro se desarrolló en un clima sinodal, propiciando un debate abierto, con legítimos matices, donde se intercambiaron pareceres. Sin embargo, dentro de esta pluralidad manifiesta no se han registraron enmiendas verbales significativas ni tampoco se visibilizó una resistencia llamativa a la reforma.
Corresponsables
Esto hace redimensionar el volumen de una resistencia que ha jugado con no pocos altavoces para intentar minar el proceso de conversión eclesial iniciado y que, sin embargo, no se ha manifestado con tal magnitud en el foro propicio para mostrar ese malestar.
Durante la misa de clausura de la cumbre, Francisco instó a los cardenales a no ser únicamente “participantes” de este giro eclesial eliminando adherencias y recuperando esencias. El Papa quiere “corresponsables” que se impliquen, no solo en la Curia, sino en las Iglesias locales, para que el Espíritu del Evangelio y del Vaticano II que se traduce en ‘Praedicate Evangelium’ no se reduzca a una norma a cumplir, sino que trascienda para convertirse en un estilo de vida, el ser y hacer de un Evangelio que se encarna en tiempo y espacio.