La Asamblea Plenaria de otoño de la Conferencia Episcopal Española ha concluido recientemente con la aprobación de un Decreto General sobre Protección de Menores, algo así como una síntesis normativa antiabusos que aglutina todas las indicaciones vaticanas al respecto, y que aplicarán tanto las diócesis como los institutos de vida consagrada.
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Se trata de una iniciativa pionera en el ámbito eclesial, a la par que no ha disminuido la presión mediática para que los obispos pongan en marcha una investigación histórica interna, a la manera francesa o alemana.
Recuperar la confianza
Con estos flecos pendientes, la lucha contra la pederastia eclesial no acaba ni mucho menos aquí. Jordi Bertomeu, oficial de Doctrina de la Fe, detalla en el ‘Pliego’ de Vida Nueva que urge “gestión jurídica seria y rigurosa, prevención decidida y comunicación institucional profesional y específica”. En esta cruzada, los adjetivos que acompañan a la gestión, prevención y comunicación no son ni mucho menos accesorios, sino fundamentales para que la Iglesia no solo recupere la confianza perdida, sino para que verdaderamente vuelva a poner a “mis hermanos más pequeños” en el centro.