Editorial

Inteligencia artificial: la dignidad no es virtual

Compartir

Francisco participó, en la tarde del viernes 14 de junio, en la cumbre del G7 celebrada en la localidad italiana de Borgo Egnazia. Se trata de la primera vez que un papa participa en una reunión de las democracias más ricas del planeta. El mero hecho de recibir la invitación para abrir una reflexión sobre la inteligencia artificial, habla del liderazgo moral y social del Pontífice argentino.



Así, arrancó su discurso presentándola como un “instrumento fascinante y tremendo”. Con este punto de partida, reivindicó la necesidad de humanizar cualquier avance tecnológico. Para ello, introdujo el término ‘algor-ética’, o lo que es lo mismo, que la revolución digital en la que está inmerso el planeta no se convierta en una dictadura de la máquina sobre la persona, o en una autocracia en manos de quienes controlan estas herramientas que aumente todavía más las desigualdades.

Y es que, la exaltada democratización del acceso a las pantallas es tan solo una globalización superficial del paradigma tecnocráctico, que esconde tras de sí una brecha cada vez mayor, que perpetúa las diferencias entre los privilegiados que controlan el acceso a las pantallas y quienes ceden sus derechos como ciudadanos para convertirse en meros consumidores dependientes de estos dispositivos. O peor aún, aquellos que quedarán atrapados de por vida en la pobreza, al verse descartados porque ni siquiera pueden acceder a un móvil, descartados sin salida en este errada progresía virtual que absolutiza el antropocentrismo moderno.

Uso letal de la inteligencia artificial

“Ninguna máquina debería elegir jamás poner fin a la vida de un ser humano”, llegó a asegurar Francisco en su alocución. Lejos de ser esta una reflexión apocalíptica, se refirió a uno de los usos más letales que ya se está dando a la inteligencia artificial: las llamadas armas autónomas letales que se usan en las guerras en curso. Ante algunos de los líderes más poderosos del mundo, el Pontífice instó a prohibir su uso. Pero no se quedó ahí. Ante quienes ostentan en sus manos gran parte del destino de la humanidad, llamó a cultivar una “sana política” que promueva una “economía integrada en un proyecto político, social, cultural y popular que busque el bien común”.

Lamentablemente, tras la escucha atenta de quienes compartían mesa con Francisco, no parece haber una conciencia firme para que esta ‘algor-ética’ se convierta en una hoja de ruta a seguir en favor de la ‘dignitas infinita’, como no lo hay con otros grandes desafíos como las migraciones o el cuidado de la casa común. Así pues, la inteligencia artificial parece imponerse al libre albedrío, más como un fin que como un medio, a una inteligencia emocional que es la única capaz de ver al otro como un ser humano, para vivir en paz y con dignidad.

Lea más: