El nuncio en España, Bernardito Auza, ha sentenciado que “la Santa Sede sigue creyendo en las loables intenciones de la Agenda 2030”. Así lo ha expuesto en una ponencia impartida en Barcelona el diplomático filipino, que atesora un probado conocimiento de la cuestión al haber sido observador vaticano ante la ONU.
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Por eso, resulta relevante que sea él quien tumbe esa conciencia latente en algunos espacios católicos ideologizados que rechazan sin paliativos este proyecto arguyendo una conspiración anticlerical. Nadie niega que pueda haber intereses contrapuestos al tratarse de un proyecto global. Como Auza manifestó, hay aspectos en los que “la Santa Sede no está de acuerdo con toda la Agenda 2030, pero la mayoría de objetivos son compartidos”.
Arrimar el hombro
De ahí a abanderar una enmienda a la totalidad, hay un largo trecho. El compromiso eclesial no pasa por apearse de esta hoja de ruta o ejercer de oposición, sino por arrimar el hombro con conciencia crítica para velar por su adecuada aplicación mano a mano con cualquier actor que, de forma honesta, decida en empeñarse en alcanzar el hambre cero, comprometerse por el trabajo decente o frenar el cambio climático.