La Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica ha instado a la Iglesia universal a echarse a navegar para adentrarse en un nuevo mar de Galilea, que va más allá de las nueve regiones que baña el río más caudaloso de América Latina. El llamamiento del ‘Documento final’ para abordar una “única conversión al Evangelio vivo, que es Jesucristo”, no se puede circunscribir a una mera región geográfica a la hora de desarrollar las dimensiones pastoral, cultural, ecológica y sinodal que plantea.
Entre otras cosas, porque el alarmante diagnóstico y las numerosas acciones concretas que se recogen, tienen unas implicaciones globales de las que una Iglesia que se dice católica y universal no puede ignorar. En primer lugar, en materia social, política y económica, que exige un compromiso incuestionable en la defensa de los derechos humanos de las minorías culturales, pasando por los desafíos ligados al acompañamiento de las comunidades rurales y urbanas y de proyectos para frenar la destrucción de la Casa común. Pero, sobre todo, por la audacia a la hora de promover una Iglesia misionera que sepa trabajar en red de redes, como pirámide invertida, desde la corresponsabilidad de los laicos, sabiéndose inculturada.
Respaldo absoluto
El texto entregado al papa Francisco como punto de partida para una futurible exhortación apostólica ha logrado un respaldo unánime por parte de los padres sinodales. Prueba de ello es que el punto menos votado ha logrado un respaldo del 78% de los sufragios, mayoría cualificada que no es sino el reflejo en un fructífero proceso sinodal que arrancó hace dos años en la propia Amazonía, con una masiva consulta que se ha forjado en tres semanas de diálogo y debate sin cortapisas.
Ahora no es Francisco quien tiene únicamente la pelota sobre su tejado para dar luz verde o frenar reivindicaciones como la ordenación de sacerdotes casados o institucionalizar el liderazgo femenino en la Iglesia. Supondría una dejación de funciones de toda la comunidad católica, incluidos sus pastores. Todos están llamados a trabajar desde ya para responder, con la “prudencia audaz” que reclamaba el papa Francisco al inicio del encuentro vaticano, con todos los recursos humanos, materiales, pero sobre todo, espirituales, para hacer realidad cada uno de los 120 puntos del ‘Documento final’, sea para materializar el Observatorio Panamazónico o para aterrizar ese germen de fondo mundial para reparar la deuda ecológica.
Clausurado el Sínodo, ya no es tiempo únicamente de anuncio y denuncia profética, sino de hacer realidad, en las estructuras y en los ministerios eclesiales, esa profecía, que no es otra que el Reino de Dios hecho Amazonía para toda la Iglesia universal.