EDITORIAL VIDA NUEVA | El próximo 7 de octubre, coincidiendo con la inauguración del Sínodo para la Nueva Evangelización, el Papa declarará Doctor de la Iglesia a san Juan de Ávila, sacerdote y patrón del clero español. Con él serán cuatro los santos españoles declarados doctores, de los 35 que tiene la Iglesia universal: Isidoro de Sevilla, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. La religiosa alemana Hildegarda de Bingen será proclamada también doctora el mismo día que el santo español.
El anuncio de esta proclamación fue hecho por Benedicto XVI durante su visita a España con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud el pasado mes de agosto.
La fecha finalmente elegida y el contexto en la asamblea sinodal ofrece una clave evangelizadora. La Iglesia reconocerá en Juan de Ávila una adecuada vida y doctrina, capaz de iluminar el camino de la Iglesia hoy, no solo en el ámbito del ministerio consagrado, sino también en la labor evangelizadora de toda la Iglesia en los escenarios actuales.
Varios aspectos conviene destacar de gran actualidad en la figura de este santo nacido en Almodóvar (Ciudad Real) en el inicio del siglo XVI y fallecido, el olor de santidad, en la localidad cordobesa de Montilla, en donde se venera su cuerpo.
Juan de Ávila vivió en un mundo configurado por nuevas corrientes de pensamiento y por un escenario en el que el humanismo ocupó un lugar destacado y central.
La Iglesia reconocerá en Juan de Ávila
una adecuada vida y doctrina,
capaz de iluminar el camino de la Iglesia hoy,
en la labor evangelizadora de toda la Iglesia.
Su apuesta evangelizadora la llevó a cabo en ese nuevo escenario globalizador, con una Iglesia que buscaba una reforma que cristalizó en Trento; una cultura que pivotaba entre las grandes universidades del momento y una vida política que había cuajado un Imperio tras la conquista de América y el alejamiento de las guerras con el islam.
Un nuevo panorama que abriría el Renacimiento en las artes, las letras, la manera de concebir al hombre. Juan de Ávila, desde su profunda formación humanística, puso su afán evangelizador en la Palabra de Dios, en el estudio de las cartas de Pablo, las corrientes espirituales del momento y el estudio de la Patrística. Una formación humana, intelectual y bíblica como sostén de su evangelización en fidelidad al Evangelio y al perfil humano que se iba configurando en aquel siglo clave para la historia.
Juan de Ávila entendió cómo debían los sacerdotes afrontar la nueva etapa que necesitaba la Iglesia del momento. Hacían faltan sacerdotes nuevos para una evangelización nueva. Juan entendió que el sacerdote debía forjarse en la escuela de la oración, el estudio y la predicación, con una pasión por la caridad pastoral.
Conformó fraternidades sacerdotales que, en el ejercicio del ministerio, encontraran la fuerza y fuente de la propia espiritualidad. No era una vida reglada en la Vida Religiosa, sino en el sacerdocio secular
Juan de Ávila dedicó mucho tiempo a la orientación de laicos en el mundo de la educación y la cultura, apoyando y asesorando el nacimiento de universidades. Igualmente apoyó y formó a un gran número de sacerdotes, que ejercieron influencia en España y en el Nuevo Mundo.
Maestro de santos, ayudó a muchos laicos metidos en la sociedad apoyando una espiritualidad laical que nace de la fuente bautismal. Un doctor para toda la Iglesia.
En el nº 2.803 de Vida Nueva. Del 2 al 8 de junio de 2012.
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