Se cumplen tres años desde que Rusia decidiera invadir Ucrania con el objetivo de anexionarse todo el territorio. Lo que buscaba ser una operación rápida, de apenas unos días, se ha convertido en un conflicto que, lamentablemente, ha devuelto la guerra a Europa y está precipitando un nuevo orden mundial. Máxime con la irrupción en el escenario de Donald Trump, que, en su segundo mandato, ha convertido este conflicto en un canje más dentro de su concepción del mandato presidencial como un negocio.
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- A FONDO: La Iglesia en Ucrania dice “no” a “una paz injusta”
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- OPINIÓN: La Iglesia en Ucrania dice “no” a “una paz injusta”, por Adriano Roccucci
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Desde esta perspectiva, el derecho a la integridad territorial y la democracia quedan desterrados de una negociación en la que prima el rédito económico a obtener, en este caso cómo recuperar la inversión militar realizada hasta la fecha. Si para ello toca evitar el término ‘dictador’ para referirse a Vladímir Putin y endosárselo al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, es una anécdota menor para el multimillonario republicano. Lo relevante para él es cerrar el contrato, que no el acuerdo de paz, en el que se especifique cómo podrá beneficiarse de los minerales que se esconden bajo esas tierras raras que ahora se ofrecen como un botín, convirtiendo a los ciudadanos en mera mercancía adosada.
Y todo al margen de la Unión Europea, y, lo que es peor aún, sin el pueblo ucraniano, sometido a las imposiciones de un tercero que no pestañea ante el hecho de que, desde febrero de 2022, al menos 12.600 civiles ucranianos han perdido la vida y hay casi siete millones de refugiados. Tampoco le perturba que Rusia haya lanzado casi 100 bombardeos al día, uno de cada tres contra la región de Donetsk. Porque la única hoja de ruta de Trump para acabar con la guerra es sacar rédito económico. Dicho de otro modo, no busca la paz, sino una rentabilidad desalmada.
Compromiso de la Iglesia
Durante todo este tiempo, el compromiso de la Iglesia por la paz y el apoyo al pueblo ucraniano ha sido incuestionable, tanto desde el punto de vista diplomático como humanitario, con una implicación personal del papa Francisco, presente en la distancia a través tanto del cardenal limosnero, Konrad Krajewski, como del cardenal Matteo Zuppi en calidad de mediador especial. Y, sobre todo, con sus constantes plegarias por la “martirizada Ucrania”.
Con este escenario, las reflexiones compartidas por el arzobispo Sviatoslav Shevchuk, primado greco-católico ucraniano, para este tercer aniversario, resultan algo más que pertinentes sobre el papel de la Iglesia, no solo en este conflicto: “Una tregua injusta es una burla criminal que solo conducirá a mayor injusticia y sufrimiento”. Y es que la paz nunca puede apuntalarse si no va de la mano de la justicia, y la dignidad y la libertad jamás pueden subastarse al mejor postor.