Editorial

La libertad religiosa nace y se hace

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Francisco ha rematado su cronograma de viajes de este 2024 con una escapada relámpago a Córcega. Durante las nueve horas que permaneció en la ‘Île de beauté’ el domingo 15 de diciembre, el Papa desglosó una maratoniana agenda de actos y encuentros. Esta peregrinación tuvo lugar justo una semana después de la reapertura de la catedral de Notre Dame, tras el devastador incendio que no logró tumbar uno de los símbolos europeos. El Pontífice argentino optó, una vez más, por un destino de periferia, el que representa esta isla francesa, que además es un oasis de catolicidad por la vitalidad de su religiosidad a pie de calle. Precisamente, la presencia del obispo de Roma venía motivada por su participación en un congreso sobre piedad popular.



Más allá de reivindicar la presencia de Dios a través de las devociones del pueblo y la necesidad de que la Iglesia redescubra el potencial de esta fe sencilla y familiar, el discurso papal tuvo como eje reivindicar una “sana laicidad”. No se trata de una apuesta menor, teniendo en cuenta que Francia se presenta y es presentada como el referente a la hora de materializar ese concepto, tal y como recoge la Constitución de la República. Este punto de partida, lejos de promover una hostilidad hacia cualquier fe, se ha de presentar como un garante de la defensa de la libertad religiosa. La escrupulosa separación entre Iglesia y Estado –que conlleva una exigencia a los poderes públicos para no cometer injerencias en los credos presentes en el país y, de la misma manera, no verse condicionados por una o varias confesiones– no ha de traducirse en un arrinconamiento del hecho religioso a la esfera privada. Más bien, todo lo contrario.

Francisco En Corcega

Estas coordenadas son las que le llevaron a Francisco a entonar desde Ajaccio la necesidad de “aprovechar más las energías y sinergias” entre las administraciones y la Iglesia para, juntos, ponerse al servicio del bien común.

El Papa planteó como requisito “un diálogo abierto, franco y fructífero”, que se lleve a cabo “sin prejuicios y sin oposiciones de principio”. En el día a día de pueblos, regiones y países, esta colaboración mutua se desarrolla en un clima de cordialidad democrática y a través de unas negociaciones basadas en la lealtad y el respeto a las diferencias.

La presencia de Macrón

Prueba de ello es el proceso de reconstrucción de Notre Dame y su puesta de largo, con la participación del presidente Emmanuel Macron en la eucaristía inaugural sin que generara polémica alguna, ni entre los católicos ni entre los no creyentes. Solo cuando los cálculos electoralistas y los discursos ideologizantes empañan la mirada, los términos de laicidad y aconfesionalidad se retuercen y, con ellos, una libertad religiosa que nace y se hace.

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