Editorial

La liturgia como puente

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El 8 de noviembre la Santa Sede daba vía libre para que las etnias mexicanas tseltal, tsotsil, ch’ol, tojolabal y zoque puedan celebrar la misa integrando sus tradiciones a través de unas adaptaciones litúrgicas. Esta apuesta por la inculturación por parte de Roma emana de la constitución ‘Sacrosanctum Concilium‘ del Vaticano II, que hace sesenta años instó a respetar y promover “las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos”. Sin embargo, en todo este tiempo, únicamente se había dado el visto bueno a acomodar las peculiaridades de las comunidades zaireñas. Sucedió en 1988 y ha habido que esperar más de tres décadas para armonizar la liturgia universal con la fe enraizada de los indígenas de la región de Chiapas.



Estas nuevas adaptaciones son fruto de veinte años de asunción de las costumbres de estas etnias mayas y de dos intensos años de trabajo por parte del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que ha abordado esta cuestión desde el terreno, conociendo a pie de obra cómo viven y celebran la fe los indígenas mexicanos. Esta experiencia inmersiva de escucha es la que ha permitido apreciar la riqueza de estos pueblos y conjugarla con el rito romano. Cabe aclarar que, hoy por hoy, no existe como tal ni rito zaireño ni rito maya, sino adaptaciones del rito romano. O lo que es lo mismo, con este reconocimiento a la diversidad y el respeto a las raíces culturales de unos y otros no se ha puesto bajo ningún concepto en duda la unidad eclesial, sino que se la fortalece.

Liturgia Indigena2

Basta con comprobar la minuciosidad con la que se ha abordado desde el Vaticano cada una de las singularidades con las que ya se puede celebrar la misa, para constatar que estos cambios permiten que el sacramento de la Eucaristía se sienta tan propio como universal. Los gestos que se introducen en el caso de las comunidades de la diócesis de San Cristóbal de Las Casas hablan de una mayor implicación de los laicos, de una sinodalidad eucarística. Así lo demuestra tanto el balanceo contemplativo al ritmo de música tradicional que se permitirá en el ofertorio, en la oración de fieles y en la acción de gracias, como el hecho de que las mujeres sean ministras incensadoras, o la presencia de un laico que dirija ciertas partes de la oración comunitaria.

Mesa de la comunión

La liturgia no puede ser un muro, sino un puente que permita encaminar al Pueblo de Dios hacia su Redentor. Denostar estas prácticas, considerándolas mero folclore o una intromisión en el ministerio sacerdotal, deja entrever un rigorismo de quien se niega a entender que la eucaristía es la mesa de la comunión. Jesús se hace pan partido, compartido y repartido para todos y habla al corazón de todos y cada uno en la eucaristía, lo mismo en castellano que en tseltal.

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