Editorial

La lucha antiabusos no ha acabado

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La catedral de la Almudena acogió el 21 de octubre un acto de reconocimiento y reparación a las víctimas de abusos sexuales, de poder y de conciencia en el seno de la Iglesia. El cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, dio un paso al frente con su equipo de trabajo respecto al Gobierno y a la Conferencia Episcopal Española, que han mostrado su intención de llevar a cabo eventos similares, aunque todavía sin fecha a día de hoy.



Si algo caracterizó este acto es la implicación de quienes han sufrido estas agresiones y han padecido durante años la negación y hasta la complicidad con los depredadores. No fue una puesta en escena en la que los supervivientes de esta lacra fueran meros espectadores, sino protagonistas. Y no porque se les pusiera bajo el foco, ya que se buscó preservar en todo momento su anonimato. Las víctimas participaron en la organización del acto para que lo allí vivido no fuera ni punto de partida ni de llegada, sino una posta más en un largo camino de sanación compartido. Prueba de ello es el centro de flores que presidía el altar, elaborado por una de esas personas, reflejo de cómo la Iglesia de Madrid siente a las víctimas como parte de la comunidad creyente, de cómo se ha venido haciendo camino codo con codo con ellas, secando sus lágrimas y abrazando su dolor.

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Solo es posible convocar una ceremonia de este calibre a las puertas de un templo y no toparse con una protesta enfrente, cuando se conoce por los nombres y apellidos a quienes están detrás de cada uno de los relatos que se pudieron escuchar a las puertas del templo.

Al ‘mea culpa’ entonado por el cardenal Cobo en nombre de toda la Iglesia de Madrid, respaldado por la cúpula de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER) y un representante de la Conferencia Episcopal, se sumó un compromiso de permanencia: “No queremos, no podemos, no debemos pasar página”.

No bajar la guardia

Ahora que parece que comienza a dejarse atrás la cultura del encubrimiento y que se dan pasos inequívocos en materia de reparación integral y de prevención, se corre el riesgo de pensar que todo está encauzado y medio resuelto. No es así. Hace apenas unas semanas, trascendía el caso de un exorcista silenciado durante décadas al que no se ha podido juzgar por las lagunas existentes en el Derecho Canónico a la hora de afrontar los abusos a adultos.

Además, en estos días, continúa corroborándose el alcance de la corrupción en el Sodalicio peruano, reflejo del lado más oscuro de otras tantas realidades eclesiales. Bajar la guardia, minimizar la crisis o caer en la tentación de pensar de que todo está encaminado, puede convertirse en la antesala a abandonar, una vez más, a estos crucificados, y al propio Crucificado.

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