La advertencia que ha lanzado el papa Francisco a los líderes de las realidades laicales presentes en un encuentro celebrado en Roma, para que se alejen de cualquier tentación de aferrarse a un cargo, no es solo una advertencia para los grandes movimientos eclesiales.
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El clericalismo que en tantas ocasiones se echa en cara a presbíteros y consagrados se cuela de igual manera entre los seglares a quienes se les confía una determinada obra apostólica o que emprenden un proyecto eclesial evangelizador. Más, si cabe, cuando se trata de iniciativas que en sus primeros pasos son bendecidas con frutos abundantes si se contemplan desde los parámetros del mundo, es decir, de las cifras.
El ansia de poder se disfraza, incluso, de buenas intenciones y loables objetivos, pero puede esconder detrás los primeros pasos hacia corruptelas y abusos de autoridad.
Volver al Evangelio
Desde el momento en que, dentro de la institución, se difuminan el servicio como eje de quien toma las riendas de una comunidad y los pobres como privilegiados en la acción misionera, urge volver al punto de partida, que no es otro que el Evangelio. Ahí está la medida del liderazgo, también para los laicos.