Mientras Francisco se encontraba en Medellín, la Santa Sede daba a conocer el motu proprio Magnum Principium, por el cual el Papa descentraliza las traducciones litúrgicas.
Esta modificación del canon 838 del Derecho Canónico otorga a las conferencias episcopales un mayor margen de maniobra para adaptar los textos de las celebraciones a su lengua autóctona, pues limita el papel del Vaticano a revisar y aprobar los documentos finales presentados por la Iglesia local.
Si bien es cierto que los católicos no van a notar modificación alguna el próximo domingo cuando acudan a misa, este cambio propiciado por Francisco es de hondo calado a medio y largo plazo. Y no solo porque el motu proprio deje claro que no hace sino desarrollar el objetivo marcado por el Vaticano II de facilitar la comprensión de las celebraciones por el pueblo fiel, sino que, además, se corresponde con el empeño de Francisco de conceder autonomía a los episcopados en cuestiones que les atañen directamente sin quebrar la unidad con Roma.
Hace unas semanas el Papa sentenció: “La reforma litúrgica es irreversible”. La publicación y aplicación de Magnum Principium confirma este enunciado.