La Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos afronta una nueva etapa en sus casi siete décadas de historia. Después de cumplir tres trienios al frente de la comunidad benedictina, Santiago Cantera deja de ser el prior. Su salida coincide con la campaña del Gobierno para la “resignificación” de Cuelgamuros a la luz de la Ley de Memoria Democrática.
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El relevo de Cantera allana el camino para las relaciones entre la Iglesia y la Moncloa, sobre todo, después de que el religioso se hubiera convertido en la figura más visible de la oposición a la exhumación de Francisco Franco. La confianza depositada por la Secretaría de Estado de la Santa Sede en el cardenal arzobispo de Madrid, José Cobo, para liderar las espinosas negociaciones, parece ir por buen camino, al menos, en lo que a un deshielo se refiere.
El hecho de que lo haga de la mano con el presidente del Episcopado, con el abad de Solesmes y con la Nunciatura, habla de una cohesión eclesial que permitirá reivindicar con naturalidad y sin aspavientos la presencia de la comunidad y de la basílica como adalides de una reconciliación que se cotiza al alza en medio del frentismo y la polarización reinantes.