Caritas Internacionalis está llamada a cerrar su crisis institucional con una Asamblea General que estrena cúpula directiva. Un bache, no propiciado por un escándalo económico, sino por una errada gestión de equipo. El clima de autoritarismo hacia los trabajadores era tal, que el Papa se vio obligado a destituir a todos los cargos y crear un comisariado extraordinario que durante cinco meses ha buscado sanear la estructura.
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Más allá de la pertinente reforma de los estatutos ya aprobada, apremiaba promover un clima de trabajo que impulsara la unidad y serenidad, piezas clave para transparentar esa caridad que es la razón de ser de la confederación.
El propio Francisco advirtió a la Asamblea sobre el riesgo de caer de nuevo en “lógicas mundanas que inducen a perderse en el activismo pragmático y a extraviarse en los particularismos que desgarran el cuerpo eclesial”.
Cultura del cuidado
Como ha compartido con Vida Nueva María Amparo Alonso, que ha acompañado al equipo de Cáritas en este proceso de sanación, “hemos estado disponibles para hablar tomando un café o una cerveza”. Una cultura del cuidado en lo cotidiano y pequeño que la Iglesia debería liderar y que no siempre abandera.