Francisco abre la puerta a una participación efectiva, y no solo afectiva, del Pueblo de Dios en la toma de decisiones de la vida de la Iglesia. Así queda patente en su decisión de que, a partir de ahora, puedan votar todos los laicos que sean elegidos para participar en las asambleas del Sínodo de la Sinodalidad, que se celebrarán en octubre de 2023 y 2024. Se trata de un salto tanto cualitativo como cuantitativo.
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Si bien es verdad que el 75% de los participantes del foro serán obispos, no resulta menos relevante que todos los demás que están convocados cuenten a la hora de aprobar o no el documento final. Especialmente significativo es para las mujeres, tanto para las religiosas –que ven equiparada su presencia con los superiores generales masculinos– como para las laicas, que serán la mitad de ese nuevo cupo de participantes que sustituye a los tradicionales auditores.
‘Sufragio universal’
Bienvenido sea este particular ‘sufragio universal’, que llega cuando la razón de ser esta convocatoria sinodal pasa por caminar juntos en comunión, participación y misión. Decirlo de palabra pero no de hecho sería una disonancia de compleja asimilación, que ahora se diluye con el voto de todos.