Editorial

La transición que precisa Venezuela

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Venezuela vive unas semanas decisivas para poder abandonar la espiral totalitaria en la que permanece atrapada. Desde que el pasado 23 de enero Juan Guaidó se proclamara presidente interino, algo más que una grieta de esperanza se abrió en medio del régimen chavista que, desde hace dos décadas, viene estrangulando a una ciudadanía que vive una situación de extrema necesidad. La presión internacional ha puesto contra las cuerdas a Nicolás Maduro, que sigue atrincherado, con la población como su principal rehén, frente a la entrada de ayuda humanitaria, bajo la amenaza de una guerra civil y sin importarle que ni el hambre ni la miseria se hayan apoderado del país que dice defender. Sin embargo, parece que ni el tiempo ni sus exabruptos están jugando en esta ocasión a su favor, y sí la mesura y prudencia de Guaidó.



Desde que se proclamara la denominada revolución bolivariana, la Iglesia no ha desistido ni un solo día en su denuncia de la deriva dictatorial que estaba tomando el país, sino que se ha hecho una con los venezolanos para acompañarles, sufrir con ellos y alzar la voz como uno más ante todas y cada una de las vulneraciones de los derechos humanos que se han acrecentado sistemáticamente. Basta con ver las puertas abiertas de los templos durante las recientes manifestaciones o la incansable labor que viene realizando Cáritas, a pesar de no contar con apenas recursos.

Así lo reconoce en una entrevista en exclusiva con Vida Nueva Fabiana Rosales, la esposa de Guaidó, que califica este compromiso eclesial como una “lucha incondicional por los venezolanos”. Un compromiso de sacerdotes, religiosos y obispos que se ha visto correspondido siempre con la exquisita acción de la diplomacia vaticana, siempre abierta al diálogo –no a ser manipulada–, y con el respaldo inequívoco del papa Francisco.

Y lo reafirma también el cardenal Baltazar Porras en esta revista, al subrayar que con “la reciente carta privada del Papa al señor Maduro, ha puesto los acentos sobre las íes y despeja muchos malentendidos”. Así, con el cardenal Porras al frente como figura indispensable para salvar toda tentación de confrontación, la Iglesia se ha erigido como la voz de la libertad, incluso cuando la oposición flaqueaba y era refugio para todos aquellos que se han visto perseguidos y mermada su dignidad. Por eso hoy, más que nunca, los católicos venezolanos está llamados a ser el puente firme que permita, con su respaldo a Guaidó, poner las bases de una transición que restaure una verdadera democracia. Para promover la reconciliación de todos los venezolanos y garantizar un futuro estable y en paz.