Editorial

La voz nítida de Francisco

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El 23 de marzo, el papa Francisco abandonaba el Policlínico Gemelli, después de 38 días de ingreso por una neumonía bilateral que, tal y como ha expresado el equipo médico, estuvo a punto de costarle la vida en dos ocasiones. Después de asomarse a uno de los balcones para bendecir a quienes le arroparon en su salida, el Pontífice acudió a la basílica de Santa María la Mayor para entregarle unas flores a la Salus Populi Romani y puso rumbo a casa. En la residencia de Santa Marta le esperan dos meses de convalecencia, con una primera etapa de aislamiento para evitar cualquier riesgo de contagio, teniendo en cuenta la infección polimicrobiana que arrastra.



Con mejores o peores intenciones, estas cinco semanas de internamiento hospitalario y las próximas que están por venir se han convertido en un tiempo de conjeturas, suposiciones, quinielas, suspicacias y ‘fake news’ de todo tipo. Por un lado, es reflejo del interés que todavía despierta, en general, la figura del papado. Por otro, se pone de manifiesto el deseo de unos y otros de opinar, influir y persuadir. En la mayoría de los casos, los juicios sobre el presente y el futuro de la Iglesia y del Papa se han verbalizado, con la misma ligereza con la que se sigue un partido de fútbol desde la grada o a través de la pantalla.

Papa_Gemelli

Ejercer lo mismo de entrenador que de árbitro, de portero que de lanzador de penaltis cuando no se está en el terreno de juego, lleva a pronunciarse con la distancia propia de quien sabe que no le va la vida ni el sueldo en un regate, un penalti o una tarjeta roja. Estas opiniones, juicios y valoraciones varias se tornan todavía más osadas y pretenciosas cuando se llevan a cabo desde pasillos eclesiales, reales o virtuales, que pretenden ejercer de lobby externo de presión, haciendo las veces de un precónclave encubierto. Ante un aparente mutismo por el aislamiento de la segunda planta de su residencia, se corre el riesgo de que afloren filtraciones interesadas o figuras que quieran ejercer de intérpretes de cuanto se cuece en el estudio del sucesor de Pedro, erigiéndose en traductores de un Papa que no tiene portavoz ni lo ha querido nunca.

Una nueva normalidad

A la vista está que ni hay sede impedida ni sede vacante. Es cierto que el reposo exigido del Papa reduce su agenda pública, tanto institucional como informal, y limita su participación en las celebraciones. Nada nuevo en la historia de la Iglesia. Sin embargo, esta fragilidad física no le impide, ni está frenando su lucidez intelectual y espiritual, como demuestran las decisiones adoptadas en este último mes. Francisco gobierna desde una nueva normalidad que habla de paciencia y serenidad, de fortaleza en la debilidad, de confianza en el Dios de la vida, de una voz igualmente profética y que se escucha, si se quiere, con igual o mayor nitidez.

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