El Vaticano da su visto bueno con reservas al culto y las peregrinaciones en el santuario mariano de Medjugorje. Este dictamen de la Santa Sede llega cuatro décadas después de que seis niños aseguraran que la Virgen se les había aparecido, con opiniones encontradas en el ámbito eclesiástico sobre su credibilidad y cuando este enclave de Bosnia-Herzegovina recibe tres millones de visitantes al año y ha generado en este tiempo once mil millones de euros, además de múltiples conversiones y vocaciones.
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El pronunciamiento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, con el respaldo explícito del papa Francisco, decreta el ‘nihil obstat’, esto es, el ‘sello de calidad’ más alto de los seis grados para el discernimiento de presuntos fenómenos sobrenaturales que estableció en junio el departamento vaticano. O dicho de otro modo, se respaldan las actividades en el enclave, pero con algunas “aclaraciones”, así como la supervisión permanente del visitador apostólico y del propio Dicasterio romano.
Aun reconociendo los “abundantes frutos espirituales” y formulando “un juicio abundantemente positivo”, el detallado informe enfatiza que la Santa Sede no se pronuncia sobre la sobrenaturalidad del fenómeno, alerta de algunos “mensajes engañosos” atribuidos a la Virgen, insiste en utilizar el término “supuestos videntes” y recuerda que los católicos “no están obligados a creerlo”. No hay que olvidar que una de aquellas niñas continuaría manteniendo contacto con la Gospa –la Señora en croata–. Es más, según ha podido contabilizar ‘Vida Nueva’, se le habría aparecido hasta la fecha en 981 ocasiones.
Por todo ello, resulta más que pertinente que Doctrina de la Fe haya instado a los responsables del santuario y a los obispos que promueven visitas a este lugar a que orienten “fuertemente” a los fieles para que no haya dudas de que “las peregrinaciones no se hacen para encontrarse con supuestos videntes, sino para tener un encuentro con María, Reina de la Paz”.
Presencia discreta
En medio de una sociedad donde se busca la exaltación momentánea de los sentimientos para lograr una respuesta inmediata alejada de toda racionalidad, para sumarse a una causa o comprar un producto, el sereno discernimiento personal y comunitario ante Dios constituye un aval ante la efervescencia de lo afectivo y los posibles cantos de sirena, aun cuando no haya detrás ninguna mirada interesada.
María, la Madre de todos los pueblos, acompaña y se hace presente en la vida de cada uno de sus hijos sin aspavientos ni luces de neón, acunando sus preocupaciones en la sencillez de Belén, en lo cotidiano de los quehaceres de Nazaret, en el discreto duelo a los pies de la cruz y en la alegría interior que nace de la Resurrección.