En estas semanas, varios obispos españoles se han convertido en noticia tras recibir la vacuna antes de lo que a priori les correspondía. Han alegado que estaban vinculados, sanitaria o residencialmente, a hogares de sacerdotes mayores, grupo prioritario para recibir el suero.
Sin embargo, ante la opinión pública, de poco valen las explicaciones y el mea culpa cuando ya se ha puesto en duda, con más o menos pruebas y motivos, su liderazgo, dando por hecho que se han ‘colado’ por delante de colectivos vulnerables. Si bien es verdad que el protocolo sobre el orden en la inmunización presenta lagunas, el escándalo generado antes por los políticos ‘adelantados’ suponía un aviso para los pastores, sabedores del atractivo que tiene un báculo en el disparadero mediático.
El servicio del bien común
Desde ahí, no estaría de más que, siguiendo el ejemplo de otros países, los propios obispos apostaran por ofrecer las catedrales como centros masivos de vacunación, como espacios diáfanos ubicados en los cascos históricos y de fácil acceso para mayores y dependientes. Sería una prueba de que la Iglesia y sus prelados no buscan priviliegio alguno, sino que ponen todo lo que tienen al servicio del bien común para frenar la pandemia.