La decisión de la abadesa de las clarisas de Belorado y Orduña de romper con Roma por un conflicto abierto relativo a la compraventa de unos conventos supone una llamada de atención múltiple para la Iglesia. Es cierto que el caso de esta comunidad contemplativa resulta tan escandaloso como pintoresco, tanto en sus formas como en la espiral cismática en la que se han adentrado.
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De la misma manera, cabe reconocer el minucioso proceder del Arzobispado de Burgos y del Obispado de Vitoria en su investigación previa, en colaboración con la Santa Sede y en su presencia en los medios de comunicación.
Realidades latentes
Sin embargo, este estrambótico episodio permite poner de manifiesto la existencia de otras tantas realidades latentes que, sin llegar al extremo de las monjas burgalesas, sí apuntan maneras. En un tiempo en el que son muchos los pretendientes del patrimonio eclesial y se multiplican los gurús iluminados por erradas miradas pseudonostálgicas del catolicismo, urge fortalecer todos los mecanismos de acompañamiento y transparencia en las estructuras y la gestión para detectar y frenar, en la medida de lo posible, todo abuso de poder y de conciencia.