Editorial

Los otros revolucionarios

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Francisco ha abanderado, este 25 y 26 de mayo, la primera Jornada Mundial de los Niños. Esta iniciativa busca replicar el impulso revitalizador que han supuesto otras convocatorias eclesiales de referencia como las Jornadas Mundiales de la Juventud o de los Pobres. No resulta extraño que haya sido el Pontífice argentino el que haya dado un paso al frente para poner a los más pequeños como una prioridad en la acción evangelizadora, a tenor de su constante preocupación por la infancia, en especial por la más vulnerable, ya sean víctimas de abusos o del capitalismo deshumanizador.



Tanto es así que el veterano actor italiano Lino Banfi, en el acto de apertura de este encuentro internacional, no dudó en coronar a Jorge Mario Bergoglio como “el abuelo del mundo”. Desde el inicio de su pontificado, Francisco ha hecho hincapié en la necesidad del diálogo intergeneracional para que la humanidad no pierda su memoria en un tiempo especialmente convulso, para aprender de la sabiduría que atesoran los mayores y enriquecerla con la frescura que ofrecen las nuevas generaciones.

Banfi otorgó el título al obispo de Roma, no solo por sus 87 años, sino porque con sus palabras, sus gestos y las decisiones adoptadas a lo largo de esta década se ha erigido en alguien más que el máximo responsable de los 1.600 millones de católicos distribuidos por los cinco continentes. Su preocupación por sanar las heridas del mundo de hoy –desde las guerras que salpican a todo el planeta al cambio climático, pasando por las esclavitudes de hoy como la trata– hablan de un liderazgo global que le convierte en referente para creyentes y no creyentes.

Voz de la conciencia

Francisco se ha erigido, así, en la voz de la conciencia sin echar mano de moralinas, sino de la Doctrina Social, firme en la denuncia ante toda violación de la dignidad humana, pero siempre con una dosis de misericordia y ternura inherentes a su persona. Es así como Francisco se ha visto reconocido dentro y fuera de la Iglesia como un puente, esto es, como el pontifex que define su ministerio.

Ahora, con esta nueva Jornada Mundial de los Niños, Francisco redobla la apuesta por salir, no solo al encuentro, sino al rescate de la infancia más vulnerable: migrantes, refugiados, explotados por la trata… Así lo puso de manifiesto el propio Papa al encontrarse de tú a tú con un grupo de chavales de Ucrania y de Gaza. No en vano, el obispo de Roma se resitúa y resitúa a toda la Iglesia bajo la senda marcada por el Buen Pastor, que ubica a “mis hermanos, los más pequeños” (Mt 25, 40) en el centro para convertirles en protagonistas de la historia y, así, poner en marcha la “verdadera revolución” que nace desde lo sencillo y que necesita la humanidad.

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