Dubái acoge hasta el 12 de diciembre la Cumbre del Cambio Climático de las Naciones Unidas. El frustrado viaje de Francisco para participar en esta cita pretendía presionar a la comunidad internacional para no buscar más excusas y pasar de los buenos propósitos a las acciones efectivas. Aun así, se ha hecho presente a través de un mensaje que exige una voluntad “clara y tangible”, esto es, preceptiva y evaluable, desde un “multilateralismo” a todos los niveles: de las grandes empresas a los líderes estatales, de las religiones a los ciudadanos de a pie.
- PODCAST: Pecado ecológico y deuda climática
- A FONDO: Saldar la “deuda ecológica” para salvar a la humanidad
- LEER MÁS: Las palabras del Papa “resuenan en los pasillos de la COP28”
- TRIBUNA: No bastan las promesas Por Rafael Cob
- ENTREVISTA: Eduardo Agosta: “Para afrontar el cambio climático, la Iglesia propone una transformación económico-social”
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Esta demanda papal, verbalizada por el cardenal Pietro Parolin, no es la única voz eclesial presente en la COP28, sino que respalda el trabajo de plataformas eclesiales que han priorizado en su apostolado el cuidado de la Casa común y de quienes la habitan. En Dubái actúan desde la REPAM hasta CIDSE, pasando por el Movimiento Laudato si’. A ellos se unen quienes, sin ser oficialmente enviados de la Iglesia, bañan de humanismo cristiano sus propuestas de cambio en la cumbre.
Solo desde este sano activismo se podrá ejerecer una presión real para que Dubái no cierre con remiendos, sino con un calendario que materialice, entre otras, la primera medida significativa ya aprobada: condonar la deuda que grava a los países empobrecidos por la deuda ecológica contraída con ellos. Un punto de partida esperanzador, pero insuficiente, cuando el planeta se enfrenta a un punto de no retorno con récord de emisiones de gases de efecto invernadero y catástrofes naturales extremas de consecuencias devastadoras.
Así, pues, no caben ya titubeos para afrontar los retos que plantea el Papa en su mensaje: la eficiencia energética, las fuentes renovables, la eliminación de los combustibles fósiles y la educación a estilos de vida sostenibles.
Frenar la economía
Sin embargo, tanto en la sociedad como en la Iglesia, hay quien se aferra a esconder o relativizar el cambio climático, por lo que urge sensibilizar en una conversión personal y pastoral, lo mismo en las parroquias que en las familias, en las diócesis que en las congregaciones. Al negacionismo católico se le olvida que, desde la primera página del Génesis, se insta a todo cristiano a ser custodio y no explotador de la Creación, llamada que encarna el Poverello de Asís y se apuntala en la Doctrina Social de la Iglesia. Todo, con la conciencia de que mirar hacia otro lado ante la destrucción de la naturaleza supone ser cómplices de un atentado contra la dignidad humana. Sin tinte apocalíptico alguno, solo con los datos sobre la mesa, la humanidad se la juega en Dubái, si no se frena una economía que mata, asfixia al planeta y ahoga a los más vulnerables.