España arranca este curso universitario con una nueva facultad de Teología en Sevilla. En todo el país se suman doce, en las que estudian 2.000 alumnos. Para hacerse una idea de la demanda, solo señalar que la facultad de Derecho de la Complutense cuenta con 5.000 estudiantes. Aun así, en los últimos años no pocas diócesis se han empeñado en contar con su propia sede, buscando algo más que un centro adscrito y desaprovechando las posibilidades de la formación online.
Pero, sobre todo, ignorando la falta de demanda ante una secularización ingente, la carestía vocacional y falta de un impulso suficientemete significativo para la formación de los laicos.
Cuesta entender que se busque adentrarse en nuevas empresas sin que haya detrás un análisis del contexto, de presente y de futuro, sin contar con el desembolso económico que conlleva, la merma en la calidad, la competencia intraeclesial y el desprecio al probado reconocimiento internacional a las facultades de largo recorrido. La Universidad no puede concebirse como un reino de taifas. Carecer de visión de conjunto se pagará caro más pronto que tarde, y más allá de las arcas diocesanas.