La Conferencia Episcopal Española presentó el 6 de mayo la exhortación ‘Comunidades acogedoras y misioneras: Identidad y marco de la pastoral con migrantes’. Se trata de algo más que un vademécum actualizado sobre cómo la Iglesia se sitúa ante uno de los fenómenos propios de nuestro tiempo.
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Comunidades acogedoras
Más allá de las demandas a las administraciones públicas, para que garanticen sus derechos a quienes vienen de fuera, la Iglesia da un paso al frente para reconocer la plena ciudadanía eclesial de las personas migradas. Así pues, la implicación ya no se queda en la denuncia de la explotación y criminalización ni en la ayuda de emergencia, sino que se llama a promover comunidades acogedoras donde haya una integración plena del migrante, para que pase de ser espectador beneficiario a protagonista con voz y voto.
Lejos de quedarse en vagas propuestas, la exhortación insta a medidas tales como fortalecer el trabajo en red, formación en Doctrina Social para los seminaristas, programas para incorporar curas migrados… Una tarea harto complicada, cuando en la propia Iglesia todavía hay quien ha borrado de su evangeliario el ‘Fui forastero y me hospedasteis’.